lunes, 16 de febrero de 2009

FANTASMAS DEL PASADO.

Pues bien, ahora deja que yo te lea los pensamientos, ¿de acuerdo? —musitó ella, cansada de la actitud de superioridad de Jeremy, cansada de él—. Deja que te diga lo que veo, ¿vale?
Lexie sabía que estaba alzando la voz lo suficiente como para que todo el mundo en la biblioteca la oyera, pero le daba igual.
Veo a alguien realmente hábil a la hora de decir las cosas por su nombre, pero que en el momento de la verdad no piensa
—¿Y qué se supone que significa eso?
Lexie empezó a caminar hacia él desde la otra punta de la habitación, notando cómo la rabia iba tensando cada uno de los músculos de su cuerpo.
—¿Qué? ¿Piensas que no sé lo que opinas de nuestro pueblo, que no es nada más que un punto sin importancia en el mapa de Estados Unidos? ¿O que, en el fondo, no llegas a comprender cómo es posible que alguien quiera vivir aquí? ¿Y que, no importa lo que me dijeras ayer por la noche, el mero pensamiento de que tú pudieras vivir aquí es ridículo?
Yo no dije eso.
¡No hacía falta! —gritó ella, odiando la forma tan impasible con la que él le había contestado—. Ésa es la cuestión. Cuando te hablaba de sacrificio, sabía perfectamente que tú pensabas que era yo la que tendría que hacerlo; que yo debería abandonar a mi familia, a mis amigos, mi casa, porque Nueva York era mil veces mejor que este pueblucho; que yo debería comportarme como la mujercita sumisa que sigue a su hombre hasta allá donde él considere que hay que ir. Nunca pensaste que tú serías el que lo abandonaría todo.
Estás exagerando.
—¿Ah, sí? ¿Sobre qué? ¿Sobre el hecho de que esperabas que fuera yo quien decidiera abandonar su mundo? ¿No me digas que estabas planeando comprar una casita en el pueblo mañana, antes de marcharte? Mira, deja que te ayude a hacerlo —lo apremió al tiempo que asía el teléfono—. La señora Reynolds tiene su inmobiliaria justo al otro lado de la calle, y estoy segura de que se sentirá más que contenta de mostrarte un par de casas esta noche. O ¿por qué no compras esa bonita casa georgiana que me señalaste desde lo alto de Riker's Hill? Aunque sea la casa de mis sueños, estaré encantada de cedértela.
Jeremy la observó sin decir nada, incapaz de negar sus acusaciones.
¿No tienes nada que decir? —prosiguió ella, colgando el teléfono con un golpe seco—. ¿Se te ha comido la lengua el gato? Entonces por lo menos respóndeme a otra curiosidad que tengo: ¿A qué te referías exactamente cuando me dijiste que hallaríamos la forma de que lo nuestro funcionara? ¿Pensabas que yo estaría dispuesta a esperar pacientemente tu visita una vez al mes, para darnos un rápido revolcón, sin la posibilidad de soñar un futuro juntos? ¿O estabas pensando en usar una de esas visitas para convencerme de lo equivocada que estaba, puesto que consideras que estoy malgastando mi vida aquí, y que sería mucho más feliz siguiendo tus pasos, accediendo a vivir contigo, eso sí, a tu modo?

La furia y el dolor en su voz eran irrefutables, así como el significado de cada una de sus palabras. Durante un largo rato, ninguno de los dos dijo nada

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